Hay una vieja pregunta que no pierde vigencia: ¿Dónde estamos paradas las organizaciones en términos de inclusión e igualdad? En el último tiempo hubo mejoras significativas en estos dos aspectos y, pese a algunos discursos retrógrados, existe cierto consenso en la comunidad global sobre la importancia de seguir trabajando en el tema. En ese sentido, entre 2006 y 2023, América Latina y el Caribe avanzaron 8,4 puntos porcentuales en la puntuación del Índice Global de Brecha de Género, de acuerdo a un informe del Foro Económico Mundial.
La desigualdad de género conlleva una pérdida de $12 billones en el crecimiento global, según el mismo informe. La plena participación de las mujeres aumentaría el PIB mundial en un 20%, según el Foro Económico Mundial.
Los reportes todavía muestran cierta latencia y la igualdad plena sigue lejos. En 2030 será el momento de analizar los resultados de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que propuso la ONU, pero hasta entonces debemos cambiar el foco: luchar por la igualdad de género no exclusivamente desde una visión ética sino con la certeza de su contribución al desarrollo económico global.
Desde hace algunos años ya sabemos que “invertir en mujeres” es un buen negocio. Uno de los estudios más importantes se llevó adelante en 2016 con 21.980 compañías de 90 países. La conclusión a la que llegó el Peterson Institute for International Economics es que las empresas con al menos un 30% de liderazgo femenino aumentan un 15% su rentabilidad. En 2023, la directora general de Negocio de BID Invest afirmó que las empresas con mayor representación femenina obtienen un 44% más de rendimiento sobre las inversiones y un 47% más altos márgenes de ganancia.
Hay muchas razones de por qué sucede esto, pero nos podemos quedar con dos ideas: en primer lugar, que la llegada de mujeres a ámbitos históricamente masculinos aporta nuevas perspectivas. Y, en segundo lugar, que las mujeres representan un importante segmento en la vida pública y para abordarlo, ya sea desde el negocio o desde las políticas públicas, se necesitan mujeres que empaticen con esas necesidades.
Está comprobado que los países con más mujeres en el liderazgo político tienen mejores puntuaciones en el índice del Banco Mundial que mide la igualdad jurídica de oportunidades económicas entre ambos géneros. Cuando en un gobierno hay presencia femenina en al menos la mitad de los cargos ministeriales, estos países tienen 17 puntos porcentuales más altos que la media.
Puntualmente, en Chile sucedió un caso muy interesante. El Banco Estado, la única institución bancaria pública del país, detectó que en 2006 existía una brecha de género de 30 puntos porcentuales en el número de cuentas de débito. Pero para entender cómo “atacar” a ese segmento tenían un déficit: había muy pocas mujeres como empleadas, por lo tanto, era muy difícil que pudieran entender su situación. Se encontraron con que las mujeres emprendedoras sentían más desconfianza al sector financiero, solían automarginarse porque consideraban frías a las instituciones bancarias y preferían el ahorro al endeudamiento. El proceso de bancarización fue un gran avance y devino en un cambio interno: BancoEstado cambió su planta de empleados y el 48% de la fuerza laboral es femenina.
En 2025, las mujeres controlarán el 75% del gasto de consumo, según un estudio del BID, lo cual refuerza la tesis de que la inclusión de género es un imperativo social, pero también económico. ¿Habrá más empresas que sigan los pasos de Banco Estado o seguirán creyendo que los hombres entienden mejor a este segmento?
Por último, la inversión también debe promover una mayor participación femenina en el área STEM. Pero, de vuelta, no solamente por una cuestión ética sino por beneficios de rentabilidad. La participación de mujeres en el entrenamiento de robots o de inteligencia artificial puede solucionar una de las problemáticas que amenaza el éxito de la tecnología: sus sesgos.
Fueron siglos de desigualdad de género que empezaron a cambiar hace algunos años. Mientras el proceso está en marcha, todos debemos reconocer que la igualdad de género, además de ser un derecho humano, también es un gran negocio.
* Por Patricia Pomies, COO de Globant
Fuente: https://www.forbesargentina.com/columnistas/no-son-finanzas-autorrealizacion-mujeres-n50522